En 1995, Nomi Malone, el personaje principal de “Showgirls” (Verhoeven), tenía como sueño triunfar en Las Vegas como bailarina y dejar atrás el trabajo sexual. En 2024, Anora, el personaje del mismo nombre de la pelìcula de Sean Baker, no tiene apellido y y tampoco sueños, pero se le presenta la oportunidad de dejar el trabajo sexual gracias a casarse con un millonario.

Nomi ama profundamente a la primera mujer que la acoge y la acompaña en el brutal mundo en el que cae, Molly, quien se convierte en su mejor amiga; y desea eróticamente a su rival y mentora, Crystal, interpretada por Gina Gershon (en un antedecente de su posterior y maravilloso papel como lesbiana butch de “Bound-Lazos ardientes”). Anora no tiene amigas a las que amar, tiene colegas con las que a veces sale y a veces se enfrenta, pero que quedan en segundo lugar apenas aparece el príncipe azul que le va a cambiar la vida.

Nomi tiene una relación tierna y sorora con Molly, a quien no duda en besar y decirle que la ama, y de respeto (con excepciones ridículas de guion) con Crystal, a quien también no duda en besar y mostrarle una admiración mezcla de amor y odio. Mientras Nomi tiene una vida interior que explota continuamente de rabia frente a los hombres que obstaculizan su camino, le faltan el respeto o la hieren directamente a ella o a quien ama; Anora es incapaz de odiar a quien la ha engañado y a quienes la persiguen hasta el nivel del secuestro, incluso entregándose sexualmente a uno de ellos sin pensarlo demasiado.

El problema con “Anora” no es, como señalan algunas feministas, que blanquea la prostitución, porque lo que ellas hacen es un trabajo. El problema es el vaciado total de sueños, de amistad, de amor y de esperanzas en el que está sumergida, fuera de esta posibilidad a la que se aferra con uñas y dientes que es continuar casada con este relativamente completo desconocido que dice amarla. Anora no tiene una red de protección, un grupo de apoyo, un aquelarre, una amiga que le susurre al oido sus dudas, nada, es una individua solitaria preocupada solo por sí misma. Nomi tiene capacidad de rebelión, su cuerpo exhuda libertad y rabia; Anora no, y ahí radica su debilidad, hay una fragilidad en ella que no se concibe en relación al trabajo que desempeña, su cuerpo no es su fortaleza, aunque intenten decirnos que sí, sus decisiones son inconscientes, irreflexivas, sin sentido.

Mientras Nomi, cuando se da cuenta del engaño de “su hombre” y que este no la ama (sino que la utiliza), le escupe en la cara y lo deja, a diferencia de Anora, que cuando descubre el engaño, va detrás de él, al lado de sus secuestradores, para obligarle a afirmar que no es cierto que la engaña, y a pesar de encontrarlo drogado con otra trabajadora sexual, ella insiste en que él reafirme un amor que nunca existió, y que ella sabe en el fondo que no existió (como todos los espectadores); mientras Nomi asume la verdad y se autoexilia nuevamente en la carretera para seguir enfrentándose a un mundo cruel, con los pies bien puestos sobre la tierra, Anora prefiere el autoengaño, la alienación, la mentira, la fantasía para poder vivir.

Casi 30 años han pasado entre los personajes de Nomi y Anora, y el giro conservador es evidente en películas con temáticas parecidas.

En su momento, Elizabeth Berkley, nuestra Nomi, fue vilipendiada y su carrera destruida, nadie quiso volver a representarla y nunca más protagonizó una película, teniendo que conformarse con papeles pequeños, sobre todo en series. Mikey Madison, en cambio, ganó un Oscar a Mejor Actriz, y “Anora” ganó el Oscar y el Festival de Cannes.

El dato

Una película de referencia que pueden ver sobre lo que pasó con “Showgirls” en su estreno es “You don’t Nomi” de Jeffrey McHale (2019). Está en Filmin, que la reseña de esta forma:

“Un documental que trata de explicar el fenómeno detrás de “Showgirls”, la icónica película que hundió la carrera de Paul Verhoeven en Hollywood. Un fracaso en su día que hoy es una obra maestra de culto. La historia de una obra maestra incomprendida a la que el tiempo puso en su lugar. “Showgirls” fue una de las películas más divisorias de su director, Paul Verhoeven, quien nadaba en las mieles del éxito tras acumular tres hits de taquilla y público como “Instinto Básico”, “Desafio Total” y “Robocop”. Pero no fue el caso de “Showgirls”, a quien crítica y público denostaron en su día hasta convertirla en una de las películas malditas de Verhoeven. No sería hasta muchos años más tarde que otra parte de la crítica y nuevos públicos volverían a “Showgirls” para reivindicarla como una obra totalmente adelantada a su tiempo, convirtiéndola así en toda una película de culto. Esta es la historia de esta redención”.

Vero Ferrari