En un plano general, un coche salta hacia el vacío, su color azul turquesa hace juego con el cielo en una limpia alegoría del vuelo de un pájaro; de fondo, unas montañas escarpadas nos recuerdan la puesta en escena de los westerns clásicos, pero nuestras heroínas no van a caballo, una máquina a motor es la que las ha acompañado en todo su recorrido. Una road movie que se convierte rápidamente, al primer gatillo y con la primera muerte, en una película del Oeste, matar o morir, ese es el dilema. Sabemos que ellas van a morir, pero la cámara no necesita mostrarnos ese momento. El director (Ridley Scott) y la guionista (Callie Khouri) deciden terminar así la película, con ellas yéndose directamente al cielo sin pasar por la aduana terrenal y sus rituales. “The Decision”, composición de Hans Zimmer, con ese coro de mujeres que acompaña a las guitarras, complementa su vuelo hacia la eternidad.

Toda libertad viene atravesada por la muerte tal vez quiso decirnos Callie Khouri al imaginar a sus heroínas sin más remedio que saltando al vacío para no tener que atravesar el penoso juicio que las llevaría directamente a la cárcel. ¿Qué muerte prefieren?, nos está preguntando. La muerte en una silla eléctrica luego de matar a un hombre, secuestrar a un policía, robar una tienda y volar un camión; un par de cadenas perpetuas que serían la muerte en vida; o la vida eterna, esa que es posible cuando te quedas en el imaginario de toda una generación de mujeres y disidencias, que pudo ver Thelma & Louise (1991) en el cine y luego en la televisión, y reconocerse en ellas.

Unos momentos antes del salto que convertirá en heroínas a esa ama de casa y a esa camarera, personajes siempre secundarios de la mayoría de ficciones, un hombre corre detrás de ellas para intentar salvarlas, pero no lo logra, decenas de hombres ya se han interpuesto entre él y su deseo, decenas de hombres han sumado pequeñas y grandes violencias para hacer imposible que las dos amigas den marcha atrás.

Pero ellas tampoco necesitan que nadie las salve, en el transcurrir de dos días se han transformado de forma definitiva. “¿Cuántas veces más van a joder a esas mujeres?”, grita el único policía bueno del mundo. El auto que acelera parece decir: “Ni una más”. La última conversación que tienen las dos amigas que, a estas alturas, a un paso de la muerte, se aman dulcemente, resume en tres frases los millones de veces que una mujer estrechó la mano de otra para juntas saltar hacia la libertad:

– ¡Vamos!

– ¿Estás segura?

– Sí

Treinta años más tarde, pisar el acelerador para dejar al esposo, abandonar el hogar, mudarse, viajar sola a otro país, regresar, fugarse de la heterosexualidad o cualquier acto que implique cambiar de vida, ya no nos lleva necesariamente a la muerte, gracias a las diosas y a las amigas.

Vero Ferrari